MISCELÁNEO LXVIII. LA ALEGRÍA

 LA ALEGRÍA

Por Beatriz Santos Dieguez

La juventud es el paraíso de la vida y la alegría es la juventud eterna del espíritu”. Ippolito Nievo

La alegría

Al igual que el resto de emociones básicas o primarias (miedo, rabia, tristeza y en algunas clasificaciones también incluyen el asco) la alegría tiene una función adaptativa: crear vínculos en nuestras relaciones, condición necesaria para nuestro desarrollo y bienestar.

La alegría
La función principal de la alegría es asegurar la especie a través de los vínculos, lo cual es  un acicate (estímulo positivo) que nos lleva a ser más solidarios, creativos y proactivos.

Existen varias clasificaciones de la alegría, siendo la de Ekman y Friesen la que cito a continuación, quienes distinguen tres tipos de alegría:

1.- La alegría auténtica y sentida. Surge de forma espontánea y natural.

2.-La alegría falsa en la cual hay una incoherencia entre la emoción y como esta se manifiesta exteriormente en sus canales principales.

3.-La alegría cínica cuya expresión es manipulada para tapar otra emoción.

Distintas maneras de sentir la alagría
Cada persona tiene una forma de entender, sentir y manifestar o expresar la alegría, aunque en conjunto su expresión tiene puntos en común.

A veces la alegría nos viene dada por cosas que la vida nos regala, pero  existen también otras puertas que nos permiten el acceso a ella.

Para entenderla podemos preguntarnos: ¿cómo vivo mi alegría?

Podemos entenderla desde un plano más exterior, dándonos cuenta de ello cuando, por ejemplo, alcanzamos una meta propuesta, que nos permite vivir y sentir como enriquecedora dicha experiencia. También podemos entenderla como un valor que proviene de nuestro interior en cuyo caso el amor es la causa más profunda que nos permite vivirla como tal.

Suele sentirse de forma espontánea, agradable  y expansiva. Por supuesto, esto se refiere a la alegría auténtica.

Sentir alegría y buscar vías por las que esta pueda manifestarse y permanecer el mayor tiempo posible haciendo todo lo que está a nuestro alcance para ello es humano y bueno, pero también  es  preciso que nos demos cuenta cuando aparecen en nosotros otras emociones menos agradables, permitiéndonos darle paso  y espacio,  preguntándonos para que han venido y facilitando, de esta manera, la función o el para que han llegado.

La alegría

¿Cómo se manifiesta?

Fomas de expresión de la alegría
Normalmente se expresa a través de gestos, acciones o/y palabras. Los gestos faciales en ojos y boca dibujan una sonrisa que puede terminar en carcajada la cual se acompaña de sonidos y cambios posturales.

Tiene que ver con “el otro”; se dirige hacia fuera, irradiando, incluso contagiando a quien está en relación con ella. Se experimenta cuando algo nos provoca júbilo y está en consonancia con una actitud optimista, generando autoestima y confianza.

Estar alegre nos proporciona una actitud abierta, activa y curiosa ante el mundo y ante los demás.

Como toda emoción, la alegría es pasajera. No dura mucho tiempo, sin embargo tiene efectos positivos en la salud. Cuando estamos alegres nos sentimos felices y ello hace que el organismo libere determinadas hormonas que incrementan la fortaleza del organismo.

El distrés
De igual manera que hoy sabemos que existen canales por los que transitar para  fomentar la alegría, hay otras condiciones que interrumpen las condiciones de su aparición. El estrés es el mayor enemigo de la alegría, de ese sentimiento espontáneo que nos inunda. Me refiero al distres, al malo y continuado, pues nos vuelve irascibles  lo cual provoca otras reacciones negativas en nuestro organismo.

La alegría, al igual que la felicidad a la que se la asocia (pero no es lo mismo, aunque la alegría es a la felicidad como el jarrón o recipiente  lo es a las flores que mantiene),  lejos de implicar un estado en el que todo está bien permanentemente, depende de la manera en que enfocamos los acontecimientos y nos permite expresar el resto de emociones, también necesarias.

La vulnerabilidad

Nos cuesta mucho construir un relato coherente cuando las emociones que nos invaden son las llamadas desagradables  porque nos hacen sentir vulnerables. Sin embargo, esta característica (la vulnerabilidad) es nuestra mayor fortaleza. ¿Por qué?: al experimentar  la libertad de poder expresar cualquier emoción  nos sentimos reconfortados  y acompañados.

La felicidad y la alegría están en íntima relación con la toma de conciencia de las pequeñas cosas, el darse cuenta de ellas y valorarlas.

La práctica del “estar presentes” en cada una de las cosas que hacemos nos va a facilitar acceder  a nuestro interior y descubrir que es lo que necesitamos para que la alegría surja de la forma más espontánea y expansiva posible.

Alegría interior
Llegados a este punto podemos entender mejor la conexión entre alegría y felicidad (que como ya he indicado no es lo mismo, ni la una lleva a la otra sino más bien que existe una retroalimentación entre ambas), ya que ambas están muy mediatizadas por nuestros  pensamientos y  sensaciones.

Sentir alegría tiene beneficios importantes tanto en nuestro cuerpo como en nuestro cerebro.

La inocencia y la alegría
Activa nuestro organismo proporcionando  ganas de saltar, correr o bailar, etc.,  manifestaciones que podemos ver claramente en los niños que lo expresan con espontaneidad al no haber aparecido en ellos aún las inhibiciones propias del adulto.

A nivel cognitivo tiene efectos sobre la memoria  facilitando soluciones creativas e innovadoras a los problemas

La alegría nos hace más productivos ya que nos permite estar en un estado en el cual la vida parece tener más sentido, de manera que nuestros objetivos son más prometedores.

 

 

 


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