MISCELANEOI CXXXIX. MI IDENTIDAD
Mis apellidos importan
poco en este caso, aunque son de suma importancia en la configuración de quien
hoy soy.
Lejos de denostarlos, ellos (mis apellidos)
llevan lo mejor de mi. El legado genético, educacional y vivencial que mis padres
imprimieron, y que el transcurso del tiempo ha modelado. Es lo mejor que la
vida ha podido regalarme.
No pertenezco a ningún
partido político, no milito en ninguno de ellos, ni tengo intención de hacerlo a corto ni medio
plazo. La vida se encargará de que tampoco sea posible en el “largo plazo”.
Pero ideología sí tengo.
Las
ideologías están cargadas de valores, sean los que fueren, llegando un momento en la vida de cualquier
ciudadano de a pie, que implícita o explícitamente, éstas (las ideologías) quedan dibujadas, aflorando
a la superficie a través de las creencias, que
como sabemos están en el fondo del cajón, pululando con las vivencias de
nuestros años más remotos.
Aunque, como he expresado “tengo
ideología”, hablar de ella, exponerla,
considero que carece de importancia para alguien que no sea yo. Lo cual no
implica negarla.
Negar tener ideología, es negar que tengo creencias, y negar esto me llevaría a
exponer, hablar y defender aquello que está fuera de mi, aquello sobre lo que
leo, escucho y veo pero en una sola dirección: la que concuerde con esa
ideología.
La conciencia de que tengo una ideología, me lleva a revisarla
continuamente, tratando de dar luz a los puntos obscuros que la componen, a
rebuscar más profundamente en ese cajón del subconsciente que de alguna
manera me da identidad y, a reorganizar conceptos y valores.
Esto solo es posible con la
flexibilidad que pacientemente se va adquiriendo con la revisión de lo propio,
y aceptación de “lo que hay”, no
solo de lo que creo. También de lo que es opuesto a mis valores y Creencias.
Hablar de mi ideología aquí, carece de sentido
para quien pueda leerlo.
El darme cuenta que tengo una ideología y expresarlo, es lo que me
permite buscar respuestas adecuadas a mis interrogantes.
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