LÍNEA VERANO 2015 VI: LA PARADOJA DEL TIEMPO

LA PARADOJA DEL TIEMPO

Por Beatriz Santos Dieguez

Lo pasado ha huido, lo que esperas está ausente, pero el presente es tuyo (proverbio árabe)

Cierto que a nuestro mundo actual, más que nunca podemos aplicarle aquello de que “el mundo es un pañuelo”, refiriéndose esta corta frase a lo que nuestros mayores  (los de occidente, no sé si también esta frase se aplica en oriente) querían significar cuando la gente de aldeas y pueblos  coincidía en ciudades más grandes que se encontraban a pocos kilómetros de sus pueblos o aldeas de origen.
Hoy, las distancias son cortas sin importar si vivimos en las antípodas, todo está al alcance de la mano, lo que hoy estoy escribiendo aquí puede ser leído al instante en Nueva Zelanda, un acontecimiento importante en Brasil puede ser  visto o escuchado, al mismo tiempo, en Indonesia, Malasia o Filipinas.

Es tal la velocidad a la que todo se transmite que podríamos pensar que el tiempo es innecesario, sin embargo, y tal vez debido a la cantidad de información y a la rapidez con que esta nos llega,  el tiempo nos falta más que nunca.

Curiosa paradoja, que nos permite estar y no estar al mismo tiempo en dos o más lugares distintos ante un acontecimiento o información semejante, parecida o igual. Es aquí donde quiero centrar hoy estas letras: en el tiempo y su velocidad, en el tiempo y su falta, en definitiva, en el tiempo y sus peripecias.

Antes, comentar cómo el tiempo y su devenir nos permite que las culturas se transmitan, pasen de un lugar a otro y su influencia quede en el vivir cotidiano de ciudadanos que no pertenecen a ella, pero que debido a la celeridad con que todo va y viene,  en el camino quede.


Cierto que no todo lo que llega para quedarse es bueno y todo lo que se va para ser sustituido es malo, pero, y tal vez por ello, la integración es necesaria, una  integración equilibrada para no perder lo positivo y la esencia, lo más representativo que cada cultura, civilización, pueblo o lugar tiene y le es propio.

Durante todo este tiempo en el que a través de este blog he ido plasmando algunas de las cuestiones que me cautivan (me apasionan) siempre estaba en el centro de mi pensamiento la integración de aquello que iba aprendiendo, de las distintas teorías que, al fin y al cabo, lejos de oponerse, se complementan.

Tarea nada fácil, pero muy gratificante, porque a medida que iba conociendo nuevos campos iba descubriendo que todos tienen algo en común y que es ese algo lo que nos une y en definitiva puede curarnos.


En los dos últimos posts publicados he hablado de los meridianos y de los chakras, digamos que ambos tienen su cuna o proceden (diremos en occidente) de oriente, aunque como sabemos los meridianos tienen su uso particular en la medicina China mientras que los chakras provienen de medio oriente y son usados, también,  como centros energéticos en gran parte de Asia.

Hay otra línea que me interesa, que nos interesa: Mindfulness, a la que he dedicado y seguiré dedicando gran parte de lo que escribo.

Mindfulness como tal es un concepto occidental, a pesar de que tiene una base oriental, ya lo comenté en su momento. Su técnica procede del budismo, pero no es budismo y ¿sabéis por qué?, porque su aplicación en occidente le bautiza con  una connotación diferente a como se utiliza en oriente.

Las personas de aquí (occidente) tenemos un ritmo de vida distinto del  de allá, pero a la vez las personas de allá (oriente) han ido interiorizando el ritmo de vida de acá.

Nada es mejor ni peor, pero cuando transitamos entre oriente y occidente siempre debemos de hacerlo desde la integración, si no queremos perdernos por bosques intransitables.

Todo gira en torno a la respiración (primer motor de vida y último aliento de la misma) y todo palpita al son del tiempo. El tiempo que, cada vez más,  queremos absorber en occidente y que oriente ha ido dejando pasar emulando una cultura que va al ritmo que marca la prisa.

En occidente el tiempo se nos va por una rendija, nos desaparece, y vamos tras de él, sin darnos cuenta que éste solo nos produce paz si sabemos pautarle sin obsesiones, si sabemos respirarle con tranquilidad. El estrés es la causa de tanto tiempo necesitado y posiblemente mal utilizado. El estrés nos hace sus esclavos y una vez insertos en él somos incapaces de desconectarnos.

El estrés comienza a bajar su parámetro a medida que somos capaces de darnos un respiro con conciencia.

La sabiduría es la capacidad de poder absorber el tiempo sin prisas y dando a cada cosa su momento y su espacio.

Por ello creo que cualquier técnica que se utilice, para fortalecer nuestro espíritu, nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones debe ir desprovista de alguna intención de sacar un rendimiento inmediato, debe ser capaz de dejar a un lado el tiempo justo para poder disfrutar de tiempo, y solo una integración entre la quietud y el movimiento nos permitirá conseguir dicho propósito, una integración entre oriente y occidente.

No quiero despedirme de vosotros esta semana sin antes recordar a  nuestro premio nobel de lengua hispana, Gabriel García Márquez,  quien nos decía con su inaudita sabiduría que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y gracias a ese artificio, logramos sobrellevar el pasado.

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