Psicología transgeneracional
Secretos familiares,
¿decretos personales?, Diana Paris, Editorial
del Nuevo Extremo, Buenos Aires, 2014.
La empresa de quien se anime a bucear
en el linaje al que pertenece nace de las preguntas más básicas: ¿con qué o
con quién resuena mi nombre? ¿Por qué me enfermé de diabetes a los 50 años sin
antecedentes familiares? ¿Es casualidad que cada invierno me invada una
angustia abismal? ¿Saldaré esa deuda que me persigue y que aunque pague es
inacabable? ¿Cómo se repartirá la herencia? ¿Cuál es el refrán-muletilla de mi
familia? ¿Y si mi vocación fuera otra? ¿Era inevitable el exilio al que se vio
sometido mi abuelo? ¿Cómo perder el terror a lo metálico? ¿Es posible sanar el
rencor con ese pariente? Estas y otras
cuestiones semejantes son la punta del ovillo que desanuda la psicología
transgeneracional.
El nuevo libro de la escritora y
psicoanalista argentina, Diana Paris, indaga en estas cuestiones partiendo de
un eje clave: los secretos que cada familia guarda, calla o “maquilla” son
tóxicos y se heredan de generación en generación.
La psicogenealogía estudia el inconsciente
de un clan, de un linaje. Va más allá del sujeto individual. Llega hasta los
ancestros –esos celosos guardianes de duelos sin resolver, vergüenzas sin superar,
relaciones incestuosas, estafas o crímenes– y sus secretos más in-nombrables. Hay situaciones que se
repiten y perpetúan por su condición de secreto. Cuando callamos –porque ante
lo terrible no hay palabra– la huella se inscribe y se delega a las siguientes
generaciones.
En algunas familias
se siembran “secretos patentes” (como los llama Goethe): esos saberes que a
fuerza de repetirse se cristalizan como verdades, pero que son desmentidas de
lo “real”.
Traumatismos colectivos (guerras,
hambrunas, masacres étnicas o religiosas, deportaciones, exilios), dudas de
identidad (adopciones, apropiación de niños, alteración de roles), experiencias
que avergüenzan (cárcel, crímenes, abortos, fraudes, violaciones) son los
secretos tóxicos más comunes.
Estudiar el inconsciente de un grupo
familiar ofrece una herramienta poderosa
que permite la reconstrucción de los fantasmas que se transmiten
transgeneracionalmente, esos episodios silenciados por traumáticos que siguen
siendo “acontecimientos presentes”
aunque hayan sucedido muchas décadas atrás, a veces siglos.
La autora insiste sobre una premisa básica
de esta línea terapéutica: en una misma familia unos miembros tendrán mayor o
menor afinidad con unos u otros integrantes aunque todos conformen “la misma
tribu” porque compartir la familia y lo heredado no implica compartir la misma
psicogenealogía.
Como herramienta para
indagar en los sucesos traumáticos del inconsciente de un clan, la psicogenealogía pretende indicar dónde
posar la mirada: nombres que se repiten, fechas de concepción y nacimiento
entre hermanos, vocaciones y oficios, miedos y fobias, iniciales o enfermedades
que se reiteran en la familia… Saber no cura, pero sana, porque saber alivia:
darse cuenta o tomar conciencia aclara el camino y ese es el primer paso. La historia
familiar no cambia con la revelación, porque el pasado es inmodificable, pero
lo que sí cambia es cómo lo procesamos, el impacto de un acontecimiento sellado
por los mandatos de los ancestros que inhabilitaron ese saber.. Entonces lo
ocurrido se transforma porque lo que cambia es el impacto de ese episodio, la
manera en que la historia influye en nosotros.
Siempre el
traumatismo psíquico es un foco de dolor que no se ha podido digerir, un suceso
horroroso que la estructura psíquica con la que contamos no alcanza para
procesar: sabemos que en la explicación que nos fabricaron hubo una
falsificación. Las mentiras transmitidas devastan al sujeto que “oye” un doble
mensaje: lo relatado que oculta y lo oculto que pugna por salir. Siempre vale
más una verdad dolorosa que una mentira maquillada…
El libro recorre varias “vidas”: casos
de pacientes, así como de la propia biografía de la autora y la vida de
personajes de la historia cultural y política de todos los tiempos: “Carlos y
Camila, Guillermo de Holanda y Máxima, Napoleón, Hitler, Freud, Horacio
Quiroga, usted y yo porque con o sin coronita, todas las personas sufrimos los
avatares de aquello que nos vedaron nuestros mayores y cargamos con esas
mochilas de secretos tóxicos”, expresa Diana Paris.
Efectivamente, cada uno de esos personajes
creyó dirigir las riendas de su destino y sin embargo vivieron una libertad
acotada: cargaron con los mandatos y las expectativas de sus mayores. Guillermo
repite el paradigma de su linaje y elige por pareja a una mujer ligada al
terrorismo de Estado (el padre de Máxima fue funcionario del gobierno de
Videla; el padre de Guillermo perteneció a las juventudes hitlerianas. Napoleón
Bonaparte, por lealtad a su familia, repite el cáncer de estómago de su propio
padre. ¿Heredó la predisposición de su padre a la
enfermedad o la “buena parte” de los ideales insatisfechos del señor Bonaparte?
¿Su padre le “donó” ese vulnerable órgano cargado de venganzas ancestrales que
Napoleón no pudo digerir y de las que se “apropió” lealmente como un buen hijo,
una “buena parte” de su linaje? Hitler fue lo que le dijeron de niño: “Imbécil
inútil”, así lo llamaba su padre y así de descalificado como fue volcó su odio
criminal en la sociedad. En cambio, Freud fue lo que su madre le susurraba al
oído desde bebé: “mi niño de oro”: creativo, tenaz, audaz y exitoso. Camila y
Carlos seguramente no advirtieron que al mantener en la clandestinidad sus
amoríos replicaban a sus propios abuelos, amantes entre sí…
En todos los casos
citados se señala cómo lo silenciado instauró la patología del secreto y dio
vía libre a la repetición del guión familiar, en algunos impidió la realización
personal y en otros permitió que los viejos fantasmas sean parte de la realidad
cotidiana. ¿Para qué se repite? Para
perpetuar el conflicto y ser fiel al linaje, pero la buena noticia es que
cuando tomamos conciencia logramos des-programar el mandato y liberarnos de sus
ataduras.
El libro es una valiosa guía de cómo reparar en esos detalles
que se nos pierden en la vorágine del bosque ocultando el propio árbol
genealógico: cuando reparamos en esas casualidades y coincidencias,
repeticiones de acontecimientos y fechas, accidentes y vocaciones advertimos
esa lealtad invisible con un calendario familiar inconsciente. Creemos que ser
fieles a nuestros ancestros implica repetir sus mandatos o sus deseos irresueltos,
por eso hay acontecimientos que “casualmente” se suceden en un mismo mes del
año, en los años pares, en la fecha en que un miembro del clan cumple los 15
años… Accidentes, exilios, abortos, divorcios. La psicogenealogía propone tomar
conciencia de estos hechos “ciegos”, aprender a ver para permitirnos organizar
el pensamiento y la memoria. Y sanar.
La obra propone
técnicas para realizar el propio árbol genealógico y aprovechar la enorme
información con la que nuestro inconsciente cuenta, una herramienta valiosa para
descubrir puntos oscuros que se reiteran a través de los años.
LA AUTORA
Diana Paris nació en Buenos Aires, Argentina. Es licenciada en Letras, editora,
docente y psicoanalista. Se ha especializado en la psicología transgeneracional
como interpretación terapéutica. Es autora de Julia Kristeva y la gramática de
la subjetividad (Editorial Alfa-Omega, Madrid, 2003); y de Norman Holland y la
articulación Literatura/ psicoanálisis (Editorial Alfa-Omega, Madrid, 2004). Ha
desarrollado talleres sobre resiliencia y superación del patrón familiar en
variadas instituciones de la Argentina y Uruguay (en centros de salud mental,
hogares para ancianos, y grupos de mujeres en situación de vulnerabilidad y
violencia de género). Su experiencia profesional ha cruzado los estudios
culturales y la investigación en las biografías de personalidades de la
historia universal con la reconstrucción de sus árboles genealógicos a fin de
trazar paralelismos, repeticiones y desvíos de los puntos críticos en los
miembros de las sucesivas generaciones.
PRESENTACIÓN DEL LIBRO
Exposición Cuerpo y Poder. calle Fuencarral 77, Madrid
Día 24 de abril a las 19:00 horas. Entrada libre
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