Mindfulness XXIII: Atención plena al caminar

Mindfulness XXIII


Por Beatriz Santos


ATENCIÓN PLENA AL CAMINAR

Tu mismo, al igual que todos en el Universo, mereces tu amor y afecto
(BUDA)

Muchas personas, entre las que me encuentro, cuando comenzamos a practicar la técnica de Atención Plena tenemos una sensación Surrealista de la misma encerrada en una paradoja (muy común a todos los practicantes). Por un lado sentimos como si estuviéramos en la vida sin formar parte de ella pero al mismo tiempo nos sentimos menos separados del mundo que nos rodea, experimentando una mayor consciencia de estar interconectados con el mundo.

Si prescindimos de los pensamientos  durante un tiempo suficiente para darnos cuenta y apreciar la riqueza de la vida que nos rodea, entonces todo parecerá más vívido, si lo comparamos con el estado de embotamiento en el que nos encontramos cuando nos hallamos perdidos en medio éstos.

La meditación supone un equilibrio entre la concentración y la relajación.

La mayoría de las personas, cuando comenzamos a meditar difícilmente logramos alcanzar este equilibrio, bien porque lo intentamos con demasiada intensidad, con lo que la meditación se volverá algo incómoda, o bien con insuficiente intensidad, lo que nos llevará a quedarnos dormidos o bien a perdernos en los pensamientos.

Hablaremos en este post de la meditación caminando que a muchos iniciados puede resultarles más efectiva, por la conexión directa entre cuerpo-mente en una actividad que practicamos a diario. Pero hemos de tener en cuenta que la meditación caminando no debe considerarse un sustituto de la meditación que se practica sentado.
Aprender a aplicar las cualidades de la Meditación y los principios de la Atención Plena al hecho de caminar es una técnica útil para cualquier trastorno (insomnio, depresión, ansiedad, tensión alta…) y para las adicciones  en particular.
Recordemos que la Atención Plena es un tipo de atención y una calidad de Atención Intencional, momento a momento, sin juzgar. Un tipo de Presencia, de contacto con el aquí y el ahora, de alto compromiso y responsabilidad.
Quien practica la Atención Plena se hace responsable de cualquier pequeño o gran acto que lleve adelante, incluso el de caminar.
La meditación caminando consiste en caminar de modo natural, pero a un ritmo lento. Se trata de un movimiento natural que no requiere que pienses mucho en él porque tú ya sabes perfectamente como andar.
No es necesario intentar caminar de un modo especial, simplemente hay que caminar como habitualmente lo haces, aunque, de la misma forma que algunas personas cuando meditan centrados en la respiración piensan demasiado en  como respiran mientras realizan la meditación, algunas personas sentirán la necesidad de pensar en la forma que tienen de caminar, en lugar de ser, simplemente, conscientes del proceso de caminar en sí mismo.

Por ello es bueno que comiences a concentrar tus esfuerzos en caminar en tu vida diaria con  Atención Plena y así te irás familiarizando con ello.
Caminar es una acción establecida y habitual que requiere muy poca concentración.

Mientras andamos y nuestras piernas se mueven, al mismo tiempo, la mente puede estar pensando algo diferente a este caminar. Por ejemplo, mientras caminamos, ya sea bien en una ciudad, bien en el campo, podemos estar pensando en cosas que ya estaban en nuestra mente o puede que aparezcan nuevos pensamientos relacionados con las personas  o  los objetos externos que van apareciendo en nuestro camino.
Te animo a que comiences a concentrar tus esfuerzos en caminar en tu vida diaria con  Atención Plena y así te irás familiarizando con ello.
Caminar se ha convertido en algo casi autónomo, que puede transportarnos a un estado de semiinconsciencia.
Desde la perspectiva de la Atención Plena, el darnos cuenta de las cosas que van apareciendo en nuestro horizonte mientras caminamos está bien, es lo bueno y deseable, porque significa que nos encontramos temporalmente fuera del reino del pensamiento. Pero hay un problema que aparece frecuentemente con las cosas que han atraído nuestra atención y es que nos vinculamos demasiado a ellas, creando una historia a su alrededor.
 Por ejemplo, imaginemos que paseamos por el campo un fin de semana huyendo de la ciudad a la que nos hemos visto obligados a emigrar, y comenzamos a respirar el aire puro, a sentir el olor de la jara y el tomillo, a oír el trinar de los pájaros, a contemplar el paisaje y en lugar de disfrutar el momento que estamos viviendo, comenzamos a pensar lo difícil que  nos va a resultar volver de nuevo a la ciudad, comenzamos a pensar en  el estruendo de las bocinas de los coches,  el bullicio de la gente en los grandes almacenes, las prisas para llegar a tiempo a los sitios, adentrándonos  en una sensación de tristeza o/y angustia.
No importa la causa por la cual la mente se pone a vagar, de lo que se trata es de entender que es un movimiento que nos aleja de la experiencia directa de la vida.

A veces puede parecer que, al estar tan ocupados recordando, planificando y analizando la vida, nos olvidamos de experimentarla tal y como es, y nos dedicamos a pensar como debería ser.



Si te concentras en el presente tu vida se renovará constantemente. El momento presente es lo único eterno. No muere ni puede ser olvidado. Por eso la felicidad en el presente no se puede arrebatar. Ella libera de la trampa del tiempo que produce pesar debido al pensamiento, la evaluación y el análisis. Al estar plenamente en el presente experimentas  la intemporalidad, y en ella está tu ser verdadero. (DEEPAK CHOPRA. “La receta de la felicidad”)


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