MISCELÁNEO CXXX. AÑO 2008. LA CRISIS
AÑO 2008. LA CRISIS.
Por Beatriz Santos Dieguez
Dos mil ocho (2008)
Año en que pareció comenzar a tambalearse todo nuestro sistema económico
y vivencial.
En el 2008 se removieron
todos los cimientos de un sistema y una sociedad que habíamos venido alimentando
ya desde el siglo XVI con el
surgimiento de las rutas comerciales que comenzaron a conectar distintas
regiones de Europa, pero cuyo máximo auge nos lleva al siglo XIX con la industrialización.
El sistema económico y
vivencial en el que estamos totalmente inmersos desde entonces (siglo XVI más o
menos), parecía dar un nuevo estertor.
Ya en 1929 surgieron las primeras bocanadas indicando que algo estaba empezando a funcionar regular,
pero seguimos adelante como sociedad y como sistema.
El Capitalismo, se origina en Europa occidental en el siglo XVI, sustituyendo al Feudalismo como orden social y
económico.
Históricamente, podemos dividirlo en tres etapas: Comercial, industrial y financiero.
El capitalismo comercial se desarrolló entre los siglos XV y XVIII. Llamada etapa de transición del feudalismo al
capitalismo.
Coincide con la expansión
colonial de Europa en América. En esta etapa la tierra deja de ser la fuente
más importante de riqueza, convirtiéndose en un bien que puede ser vendido como
cualquier otro. Comienzan a surgir los Estados-nación.
La Revolución industrial del siglo XVIII en Inglaterra, con su sistema
de transformación de la producción (pasando de los procesos artesanales a la
producción en grandes cantidades de diversos productos), nos adentra en el Capitalismo industrial.
Se crean nuevos mercados y con la producción en masa hay un crecimiento
económico en muchos países.
Enfocado en el desarrollo
del sistema industrial de producción y caracterizado por el cambio en el modo
de fabricar productos.
Esta tercera etapa da
origen al monopolio, que es cuando
un fabricante, empresa o corporación tiene el poder y el dominio del mercado y
pasa a ser el único productor de un bien o servicio. Muchas empresas pasaron a
dominar el mercado a través de asociaciones que desean controlar los mercados a
través del monopolio comercial y financiero.
Todos estos factores abren
el paso al Capitalismo financiero en
el siglo XX, adquiriendo gran
influencia los banqueros e inversionistas
en la toma de decisiones económicas, políticas y sociales a nivel
global.
El capitalismo financiero se basa en las legislaciones de los bancos,
las instituciones financieras, las empresas y las grandes corporaciones que
buscan optimizar sus ganancias económicas.
También se ha consolidado,
en gran medida, por los procesos de globalización que buscan ampliar las
actividades y conexiones comerciales internacionales.
Basado en el fomento de la
globalización, algunos estudios defienden la teoría de que el capitalismo está
en una cuarta fase denominada capitalismo
internacional.
Este capitalismo financiero ha progresado a lo largo del siglo XXI y se caracteriza por el amplio
desarrollo de las tecnologías
destinadas a la sociedad de la información
y difusión del conocimiento.
A quienes hoy vivimos y poblamos
este planeta, ese movimiento casi
telúrico del 2008 nos encendió las
alarmas.
Las alarmas se encienden
para alertar, aunque muchos todavía no sabemos interpretar.
En 2008, en nuestro país nos enteramos que estábamos imbuidos en una
(otra) gran crisis financiera.
Coincidiendo con
la expansión de internet y la revolución
digital, la crisis del 2008 impactó
en muchos sectores de la sociedad. El Sector
de la Comunicación fue, como otros muchos, uno de esos en los que hubo que
reestructurar de arriba abajo.
La crisis afectó a la
propia razón de ser de los periodistas, que tuvieron que delegar en los agentes
externos sus funciones esenciales.
Muchos periódicos,
emisoras de radio y cadenas de televisión cerraron. Un gran número de puestos
de trabajo se perdieron o vieron como sus condiciones laborales se iban
degradando.
Todo ello afecto a la
calidad del periodismo y, por tanto, a la calidad de información de los
ciudadanos.
El periodismo de investigación comenzó a reemplazarse por un
periodismo pasivo de despacho y tertulias, donde el periodista se limitaba y se
limita a escribir, o leer o presentar en televisión sobre lo que otros le
comentan y le dicen que ha de decir, o seguir la información proporcionada por fuentes institucionales y políticas, generalmente a través
de sus gabinetes de comunicación, sin la
posibilidad de estar en el lugar de la noticia.
Y aquí es donde nos
encontramos en este momento. Arrastrando una crisis de la que no salimos aunque
nos vendieron como superada.
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