MISCELÁNEO LXV. UTOPÍA/DISTOPÍA

 UTOPÍA/DISTOPÍA

Por Beatriz Santos Dieguez

La política es el  arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados. 
Groucho Marx


Si bien es cierto que el 2020 nos ha dejado experimentar en nuestras carnes algo así como una Distopía total, también lo es que podemos comenzar a elaborar una realidad diferente, propia.

Es nuestra realidad, y nosotros quienes  la hacemos.

Paremos para empezar.

Utopía/ Distopía.

Dos caras de la misma moneda. Dos maneras de entender y vivir nuestro mundo, nuestras sociedades y nuestras vidas.

Hagamos un recorrido etimológico e histórico de ambos términos, para poder entender por qué surgen aquí y ahora en este sitio.

UTOPIA  provine de los vocablos griegos (ou) que  se traduce no” y tópos que significa lugar, o sea, “lugar que no existe”.

DISTOPÍA se forma de las raíces griegas dys que significa malo, y topos, que puede traducirse como lugar, o sea lugar malo”. 

Mientras que lo UTÓPICO se refiere a una sociedad que alude a proyectos o sistemas ideales, la DISTOPÍA  pone en valor una sociedad caracterizada por un enfoque negativo de la misma, donde la desconfianza pública, el estado policial, la miseria, el sufrimiento o la represión son la consecuencia de una mala ejecución de los poderes fácticos.

La Historia de las Utopías se encuentra estrechamente ligada a las de las ideas y teorías políticas y sociales, que puede representarse por medio de nuevas religiones o grupos de poder, que buscan defenderse de los ataques de sus supuestos enemigos.

La reflexión sobre la historia de las utopías es también una reflexión sobre los modos de articulación del horizonte utópico en sentido estricto de los discursos políticos.

Podemos encontrar alguna referencia anterior al término UTOPÍA en la antigüedad clásica, en La República de Platón, donde se hace notar como él ve una sociedad ideal y su sistema político, pero la palabra UTOPÍA como tal,  aparece por primera vez en 1516 en un libro titulado originalmente algo así como Librillo verdaderamente dorado, no menos beneficioso que entretenido, sobre el mejor estado de una república y sobre la nueva isla Utopía” escrito en latín  por Thomas More.

Dicho libro consta de dos partes.

La primera parte dibuja, dentro  de un marco filosófico, un cuadro espantoso de la situación social  (miseria del pueblo, riqueza insolente de la aristocracia, un sistema penal implacable), política (guerras y conquistas de los reyes de Inglaterra y Francia) y económica de la Inglaterra de los primeros años del siglo XVI.


En definitiva, en esta primera parte se está denunciando las debilidades de un estado de hecho.

En la segunda parte edifica una sociedad tal y como debería ser, basada en la justicia y la igualdad, a través de la narración que hace uno de los personajes acerca de la Isla de Utopía.

Con el paso del tiempo el término utopía se ha popularizado como sinónimo de “objetivo inalcanzable”. Sin embargo, este no es el significado que Thomas More le atribuye explícitamente en su obra. Para él, Utopía quiere ser lo opuesto a una realidad decepcionante en nombre de un deber-ser.

Thomas More fue un hombre de estado. Lejos de ser un soñador sin contacto con las realidades políticas, económicas y sociales de su época,  sus funciones le pusieron en constante relación con ellas. Fue canciller de Inglaterra.

El término DISTOPÍA es una representación imaginaria de una sociedad del futuro, cuyas características son indeseables.

La Distopía plantea un mundo donde las contradicciones de los discursos ideológicos y políticos son llevadas a sus consecuencias más extremas, explorando, por tanto y de alguna manera, nuestras realidades actuales con la intención de anticipar cómo ciertos métodos de conducción de la sociedad podrían derivar en sistemas injustos y crueles. De ahí que la distopía advierta sobre los peligros potenciales de las ideologías, prácticas y conductas sobre los cuales se erigen nuestras sociedades actuales.

El primer uso del término DISTOPÍA se atribuye a John Stuar Mill, un economista y filósofo inglés, en el marco de una intervención parlamentaria en la que ofreció un discurso en el año 1868.

Lo DISTÓPICO siempre ha estado relacionado, y muchos de nosotros lo conocemos a través de la literatura y el cine. Surtiéndose el cine, a su vez, de obras literarias, como por ejemplo  Un mundo feliz de Aldous Huxley. También en los videojuegos es un tema candente, y últimamente en series de Televisión o plataformas, como por ejemplo en  La Valla.


Dentro de las sociedades distópicas más conocidas en literatura, está la del británico George Orwell (1903-1950),  quien nos habla en su novela 1984  de un mundo gobernado por el Gran Hermano, presente en la vida de los ciudadanos de manera constante. En esta Distopía Orweliana existe una Policía del Pensamiento (que castiga a quienes piensan cosas contrarias a las aceptadas por el partido gobernante) y hasta una neolengua que elimina las palabras que no deben ser pensadas.

Fahrenheit 451 es otro ejemplo de distopía dentro de la literatura, en ella el norteamericano Ray Bradbury (1920-2012) describe una sociedad en la que los bomberos tienen la función de quemar libros porque según los gobernantes, estos producen angustia en la población porque incitan a la gente a realizar cuestionamientos de la realidad. De este modo, si las personas no logran acceder a los libros, son felices.


La película Mad Max. de George Miller a través de la presentación de unos personajes pandilleros montados en motocicletas que controlan las carreteras y se enfrentan a la Patrulla de fuerza Central dibuja los pilares de una sociedad sumergida en el caos.

Estamos a cinco siglos vista del S. XVI y de lo que Thomas More intentó exponeren oposición a lo que le inspiraba su sociedad vivida, dando lugar al surgimiento de algo completamente distinto a través de la literatura (La isla de Utopía). Nosotros también podemos comenzar a erigir una sociedad más justa y menos inmersa en  debates que corresponden a otros. 

Los estados de Inglaterra y Francia de hace cinco siglos junto a sus reyes quedan lejanos, donde los ejércitos luchaban para la conquista de reinos que solo ellos y la aristocracia disfrutaban; y  mientras, el dinero y el oro de las arcas públicas se dispendiaba en guerras para la conquista de esos reinos, el pueblo moría de hambre, miseria e injusticia.

Hoy, los Parlamentos, los Congresos y los Senados son los reinos, los lugares donde se libran esas batallas. Dejemos que ellos (los políticos) resuelvan sus discrepancias y  sus luchas de poder, obviando sus falacias con las que nos incitan a enfrentarnos entre nosotros para facilitarles  sus fines.


Nuestra libertad es individual, pero el civismo es colectivo y necesario para que la libertad pueda desarrollarse (mi libertad termina donde comienza la del otro). Miremos dentro de nosotros tratando de encontrar soluciones en lugar de centrarnos en los problemas que otros plantean. Seamos los constructores de nuestra propia vida y nuestra sociedad.  

 



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