LÍNEA MISCELÁNEA LXXXII. EL JUEGO DEL CALAMAR . PARTE I
EL JUEGO DEL CALAMAR (VERSIÓN MANCHEGA). Parte I
Por Beatriz Santos Dieguez.
Como en alguna otra ocasión, me he mantenido alejada de
escribir durante un tiempo en este lugar. Me pasa cuando sencillamente la vida me tiene ocupada
en otros menesteres, y lo que no me atrevo a llamar inspiración, pero si
interés e intención se diluye en ellos, incapacitándome para ponerme ante la
hoja de Word y comenzar a teclear el teclado (valga por primera vez en este
texto, la redundancia).
Después, todo vuelve a ser igual. Hay algo que me remueve, me
llama, o simplemente me pone ante esta tesitura de intentar decir algo. Aunque
ese algo, perdonad, tenga interés en principio solo para mí, y por tanto, sin
intención de que ello interese a alguien más, pero si con la ilusión de que
pueda servir aunque sea a una sola persona.
Oí hablar de la serie hace
unas semanas atrás, en un chat de amigas. Ellas son aficionadas a las series.
Yo menos, tal vez mucho menos, pero de vez en cuando me sumo y comienzo a ver
algunas de las recomendadas, que normalmente termino, pero otras no.
Empezaron comentarios en
televisión, en los medios de comunicación, y por todas partes sobre la serie.
Me pregunté como una serie con un nombre tan de niños podía tener un impacto
tan negativo sobre ellos.
Nada pasa por comenzar a
ver la serie, me dije.
Siempre está la opción de dejarla, pero es impropio de mí ignorar las cosas cuando me llaman la atención, sean como sean. Desde niña me pudo la curiosidad, más que la memoria. Una curiosidad encaminada a tener noción y opinión sobre la manifestación que ciertos fenómenos causan en las personas, máxime cuando aquello que llega empieza a convertirse en un fenómeno de masas… y “El juego del clamar” empezaba a tener ese tufillo que llega a todas partes, por lo que ignorarlo sin más suponía ir en contra de mi proceder.
Decidí ver el primer
capítulo y en función de lo que me transmitiese continuar o dejar la serie sin
más. Así hice.
Los nueve capítulos, con
la excepción del octavo (que tiene aproximadamente la mitad que los otros
ocho), tiene una duración de una hora aproximadamente, unos cincuenta y tantos
minutos.
El primer capítulo así
como el último, en mi forma de entender, tienen dos fases, como si dijéramos que está
dividido en dos partes, en una de las cuales pone al espectador en fase
expectante (valga la redundancia por segunda vez), y en la segunda parte donde aparece, en todo
su esplendor, lo que va a ser la ser el meollo de la serie en el primer capítulo, y lo que intenta transmitir o incluso ser el preludio de una siguiente
temporada en el noveno.
Hablare primero del primer capítulo.
En la segunda parte, el primer juego, se deja claramente al descubierto lo que se ha convertido en motivo de tertulia y llamada de atención.
Visto lo visto, decido no
seguir viendo la serie.
Hablo con allegados, donde
hay niños pequeños, de la serie. Me comunican que les han mandado una circular
desde los colegios donde advierten a los padres lo nocivo de la serie y como
esta puede influir negativamente en los chiquillos. Advertencia de censura, ya
que los pequeños en los colegios empiezan a jugar los juegos de la serie con
una trivialización de la vida idéntica e
imitando todo lo que en ella aparece.Juego tipico de La mancha
Más tarde, unos días o
semanas después, me reúno con otro grupo de amigas, hablamos de la serie, y
comento que he visto el primer capítulo y he decidido parar ahí. Me dicen que
debo seguir adelante y ver la serie si deseo tener una visión global de la
misma, pues aparte de esa simplificación a la que dicha serie ha sido sometida,
aparecen otras informaciones y otros fenómenos que posiblemente estén
implícitos y sean difíciles de desgajar del impacto primordial que ha sido motivo de comentario en el mundo
entero.
Se comenta que es la serie más vista de la historia en una de las plataformas streaming que funciona mediante suscripción. Estoy hablando concretamente de Neflix.
Una de mis amigas de este
otro grupo me dice, “dejar la serie en
el primer capítulo es obviar implicaciones de la misma, que pueden ser de tu
interés. Deberías pensarte parar ahí”.
Esto fue todo lo que me
dijo, y ¿la verdad? Me removió. Ya he hablado de mi curiosidad intrínseca de
siempre, y de que es impropio de mi dejar las cosas a medias, más en este caso
en que se que de la serie se seguirá hablando por bastante tiempo hasta que
llegue otra que impacte tanto o más, o saquen una segunda temporada de la misma
en que el impacto estará encaminado a seguir manteniendo pegados a la pantalla
a sus seguidores acérrimos.
Y sí, he de decir que la miniserie (si así se la puede denominar) acaba con un final completamente abierto a otra temporada al menos. Pero yo de lo que quiero hablar es de lo que me ha hecho sentir y vivir esta serie dura y dada a la confusión, lo reconozco.
Son esos motivos, que han
llevado a la advertencia de su impacto en el público sobre todo infantil y
juvenil, los que me han llevado a preguntarme no solo el “¿por qué?”, que
también, sino el “¿para qué?
Termino aquí este primer post. Creo que es bueno dar un descanso para poder reflexionar en lugar de aturullarnos.
Seguirá… como ocurre con las series.
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