ADICCIONES III: Evitando el malestar
Desde este enfoque, cualquier hábito o conducta encaminada a
satisfacer nuestras necesidades puede acabar en adicción.
Sin embargo el hecho de que un determinado comportamiento llegue a convertirse en
adicción va a depender de varios factores, entre los que están la relación que establezcamos con él y las
circunstancias en que nos encontremos en ese momento.

Estos cambios no siempre tienen
por qué ser negativos: los valores que obsesionan a algunas personas por
cambiar su aspecto físico, pueden ser los mismos que mueven a otros a llevar
una dieta sana y dedicar tiempo a una actividad física moderada.
Lo negativo o patológico se
encuentran siempre en los extremos de una línea.
Por ello, lo que sí es frecuente, es que una adicción se inicie
cuando se buscan satisfacciones fáciles y rápidas.
Al igual que en las
drogodependencias, las adicciones comportamentales pueden desarrollarse
a través de los mismos mecanismos usados para evitar el malestar.
Ante emociones negativas intensas, como puedan ser la culpa, el asco o la rabia,
la persona con
bajo control emocional usa la droga o comportamiento adictivo como
estrategia evasiva o anestesiante,
de manera que logra disminuir la percepción del malestar o dolor psíquico.
Muchos comportamientos
problemáticos actúan como reductores y/o moduladores de la ansiedad. Esto puede
comprobarse fácilmente en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en el que para
reducir la ansiedad aparece y se realiza un comportamiento repetitivo, llamado
Compulsión.
Un bajo
estado de ánimo puede iniciar un comportamiento
impulsivo para animarse y sentirse mejor.
Por ejemplo, un ama de casa cuya vida diaria le resulta aburrida, asocia el ir de compras con una satisfacción puntual (rápida y fácil).
Por ejemplo, un ama de casa cuya vida diaria le resulta aburrida, asocia el ir de compras con una satisfacción puntual (rápida y fácil).

Un jugador ocasional de juegos de azar tiene un problema laboral que le genera ansiedad. Busca descargar el malestar jugando compulsivamente, obteniendo consecuencias negativas e iniciando una relación adictiva con el juego.
Una persona que en un accidente
de tráfico causa involuntariamente la muerte a otra, utiliza el consumo de
alcohol y psicofármacos para minimizar el profundo sentimiento de culpa.
Como podemos comprobar en todos
los casos citados ninguno de los comportamientos en sí tienen por qué ser adictivos: comprar, forma parte de la vida cotidiana, jugar alguna vez a las
máquinas o en un casino o tomarse una copa de vez en cuando cumple, en muchas
ocasiones, una función social que contribuye al bienestar de las personas.
Lo que determina que la balanza
que desequilibra o se vaya al extremo de la adicción no es el comportamiento
en sí sino el “qué nos motiva” a realizar ese comportamiento (relación que establecemos
con él) y qué hay debajo del mismo.
POSTS CRONOLÓGICOS SOBRE LA LÍNEA TEMÁTICA
Comentarios
Publicar un comentario