MISCLANEO XCII. UN CUENTO SOBRE LIBERTAD, RESPONSABILIDAD Y EXPERIENCIA.

UN CUENTO SOBRE LIBERTAD, RESPONSABILIDAD Y EXPERIENCIA

Por Beatriz Santos dieguez.

Puede que sí, puede que no, pero lo más seguro es que ¿Quién sabe? (un otavaleño de a pie)

Ecuador de los años 80

Corrian los años 80 del siglo pasado cuando viví en Ecuador, hace ya casi cuatro décadas, y a pesar de vivir en la cuenca de un río, (el Daule, afluente del Guayas), mis viajes, nuestros viajes a la capital, Quito, eran frecuentes antes de construir la familia que formamos mi marido , mis tres hijos  y yo.

Después del nacimiento de estos, también viajábamos mi marido y yo (con ellos) a dicha ciudad, Quito, para ver alguna obra de teatro o asistir a algún evento que nos enriqueciese personalmente.

qUITO
QUITO

Guayaquil estaba más cerca del poblado donde vivíamos, en aquel entonces (estamos hablando de los años 80 del siglo XX) pero no era la urbe en la que hoy se ha convertido por la información que me llega desde distintas personas que si le conocen en la actualidad-

El clima en Quito era algo diferente al del lugar en que vivíamos, la costa. A pesar de ser esta una costa bañada por un río, pero un rio inmenso, por donde la navegación era no solo posible, sino necesaria para el transporte y el intercambio de materias primas entre los asentamientos o poblaciones que bañaban este rio y sus afluentes.

Guayaquil.
Guayaquil

Aún tengo el recuerdo de algún viaje realizado a través del río Daule (afluente del Guayas) en una de aquellas especies de piraguas con un turbante en mi cabeza.

Este tipo de embarcaciones (que se me asemejaban a las piraguas en una de las cuales, posiblemente, viajó el Guillermo Cubillo de la canción) iban y venían como si el río fuese una de las carreteras que yo conocía de mi país de entonces (que tampoco eran la panacea. De hecho cambió mucho todo el trazado de carreteras en el transcurso de tiempo que viví en Ecuador).

Piraguas

En mi estancia en Ecuador tuve la oportunidad de vivir acontecimientos que han marcado mi vida después, no solo por el nacimiento de mis tres hijos, o la convivencia en el  poblado que se construyó para los empleados de la empresa.

Rio Daule

Este marcaje ha venido avalado por lo que el paso del tiempo ha construido como un poso de recuerdos, que mirados desde la perspectiva individual y actual hacen que me considere una persona afortunada.

Afortunada por el nivel la experiencia que determinadas actitudes y formas de vida han pasado a formar parte de esa caja en la que permanecen los recuerdos  indelebles que forman y conforman una vida. Momentos, situaciones, experiencias, personas, convivencias, paisajes, etc., que nos hacen sentir que la vida merece la pena ser vivida y le dan sentido. Desde la vivencia tal cual es en el terrero real, al imaginario en que esa vivencia se convierte con el paso del tiempo.

Confieso que he vivido
A estas alturas de mi vida en que esas experiencias se han convertido en imágenes de un tiempo distinto, pero real, me permito la libertad de tomar el título de uno de los libros, el  poemario de Pablo Neruda, y me atrevo a decir: confieso que he vivido.

Y en este “confieso que he vivido” tan suyo como mío en este momento, hay otras situaciones que nutren esta experiencia, como fue el hecho de visitar su casa  (de Pablo Neruda) de Isla Negra, en la comuna del Quisco, provincia de San Antonio en Chile,  años después de mi vida en Ecuador. Esto último pertenece a otra de mis experiencias vividas fuera de mi país, España.

Ecuador constituye mi primera experiencia vivida como familia. Familia propia, constituida por el que fue mi esposo y por mí. Con el paso del tiempo nacieron mis hijos, todos en Ecuador.

Antes había viajado sola a otro país fuera de Europa, Brasil.

Hoy, todos aquellos ensayos de vida surgen y saltan como algunos peces lo hacen en el agua: saltan y se zambullen de nuevo en ella

Pablo Neruda
Estas y otras experiencias  forman parte de mí en un presente continuo donde me maravillo del paso del tiempo, a la vez que me sumergen en ese océano de humanidad donde percibo que todo cambia a cada instante, a la vez que cada instante se traslada a formas de vida constituidas en sociedades que siempre caen en los mismos errores o se diluyen en los sabios aciertos.

 Errores que sin tanta dificultad como nos hacen creer podrían ser subsanados con formulas tan simples como ser capaces de ser conscientes individualmente, siendo responsables de nuestras acciones y nuestras vidas, y tratando de dejarlas lo menos posible en manos ajenas.

Aciertos de los que tratan de alejarnos, o nos alejamos tras otros cantos de sirenas.

En Ecuador, en aquel poblado fabricado para la  convivencia del personal de la Empresa Constructora encargada de los trabajos  y construcción de la Represa de Daule Peripa, junto a  otro cuya finalidad era la fiscalización de dichos trabajos (constituido por personal de distintas nacionalidades sudamericanas, pero cuya parte magna pertenecía a EEUU), viví con toda potencia en el primer año de nuestra llegada el fenómeno del niño.

Cuando queríamos ir al alguna población cercana para sentir sus características o comprar cualquier cosa, El fenómeno del niño se hizo patente, anegando todos los alrededores del poblado de agua,  al punto de que para llegar a las busetas (nuestros autobuses) que nos transportaban, teníamos que pasar casi a nado un trozo de terreno anegado de agua que nos llegaba casi a las rodillas. Era el precio a pagar por salir a darnos un garbeo del poblado, pero era un precio que pagábamos muy gustosamente.

Consecuencias del fenomeno del Niño

El fenómeno del niño tan popular y que tanto afectaba a los  asentamientos que Vivian a ambas orillas del río Daule por la repercusión en las  producciones (con la que arrasaba en gran parte)  de aquellas gentes, que vivían de y por la tierra que le orillaban, debido a que constituía la vía principal de transporte y medio de comunicación entre las poblaciones, también afectaba a quienes vivíamos allí aunque fuese provisionalmente.

Represa de Daule Peripa
Represa de Daule Peripa

Este fenómeno también  era temido por los trabajadores de la Represa ya que sus inundaciones  paralizaban los trabajos durante un tiempo.

Después supe que El Fenómeno del Niño se producía por las corrientes templadas que subían desde el sur del pacífico al juntarse con la corriente fría de Humboldt que proviene del norte de este mismo océano.

En definitiva, viví El Fenómeno del niño con toda intensidad, desde cerca, y sus consecuencias inmediatas, que me hicieron ver y sentir la fuerza de la naturaleza,  y comprobar cómo  la tierra se manifiesta como  ser vivo, dando de vez en cuando sus notas, y gritando (a su manera) cuando se la lastima en demasía.

Fenomeno del Niño.

A casi cuatro décadas de distancia compruebo que todo sigue igual, la tierra sigue manifestándose y cada vez con más fuerza. Fenómenos como el de el Niño hoy tienen otros nombres, pero son más virulentos y se extienden por todas partes del planeta sin tener una explicación tan cristalina como lo es el encuentro de estas dos corrientes.

Los mensajes que la tierra lanza son claros, pero no les queremos ver. Solo lo hacemos cuando nos toca de cerca, cuando nos afecta, y nos afecta principalmente a nuestra parte material. Mientras tanto miramos a otro lado, vamos dejando pasar.

Este pasar está en desacuerdo con el fluir necesario que implica dejar a un lado todo lo innecesario, y volvernos más conscientes de nuestras verdaderas necesidades.

Hemos entrado en una era asombrosa, donde las noticias se transmiten en tiempo real, pero esta realidad está completamente falseada, distorsionada, tergiversado, desvirtuada, etc., porque quienes lo hacen nos inundan a noticias de todo tipo, lo uno y lo contrario, ya que estos dependen de otros, que son los padres de esa noticia, y los instigadores de que lleguen como ellos quieren.

Y nosotros, fieles consumidores de todas esas noticias nos creemos poseedores de la verdad que nos transmiten y transmitimos sin el menor pudor a nuestros contactos, para que ellos también participen en el circo de las ideas únicas y verdaderas que unos y otros se tiran, nos tiramos, a  la cara.

Era de la desinformación

Tal vez por ello, he intentando poner orden a este cumulo de misiles envenenados de palabras revestidas de verdades negras por todo sitio, que me entran por alguno de los medios con los que tengo contacto, se me ha venido la imagen de aquel dia en que me encontré a un indio otavaleño en la Avenida Amazonas de Quito (capital de Ecuador).

El cielo estaba cubierto, como se cubría el cielo en la sierra ecuatoriana (hoy no sé si sigue igual). Salí a pasear y de paso a mirar tiendas. De pronto el día se nublo de tal manera que parecía iba a hacerse de noche a las 12 del mediodía. En una de las tiendas que me paré había a mi lado un señor con una trenza y con la vestimenta típica de Otavalo (una ciudad de la sierra Ecuatoriana donde se hacían tallas de madera maravillosas), se me ocurrió preguntarle: ¿Usted cree que va a comenzar a llover?

Un cuento sobre libertad, responsabilidad y experiencia

El caballero se quedo unos segundos pensativo, su cabeza se volvió hacia el cielo, se quedo otros segundos, quizás minutos, mirando aquel cielo gris casi negro. Después volvió la cabeza hacia mí, y muy pausadamente y amablemente (mientras yo esperaba impaciente) me dijo:

“Puede que sí, puede que no, pero lo más seguro es quien sabe”

La vida me ha enseñado que esta frase encierra toda la sabiduría de las culturas ancestrales que subsisten a través del tiempo por su tendencia a la falta de ser corrompidas, porque realmente nosotros ¿qué sabemos?.

Estaba en la puerta de una tienda donde vendían paraguas.

 ¿Compraba el paraguas y aunque no lloviese le tenía para otras ocasiones? O ¿no compraba el paraguas y si llovía me mojaba?

Otavaleño
El señor otavaleño dejó en mis manos la decisión. Él se limito a transmitir como son las cosas, porque realmente ¿Quién sabe?

Nuestras decisiones son acertadas cuando actuamos con responsabilidad siendo coherentes con  nuestro interior y la experiencia que la vida va depositando para que tomemos de cada una de ellas según se adecuen al momento que estamos viviendo, teniendo siempre presente al otro.

La libertad solo es posible cuando la responsabilidad es el péndulo que direcciona nuestras decisiones.



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