ADICCIONES III: Evitando el malestar
Desde este enfoque, cualquier hábito o conducta encaminada a
satisfacer nuestras necesidades puede acabar en adicción.
Sin embargo el hecho de que un determinado comportamiento llegue a convertirse en
adicción va a depender de varios factores, entre los que están la relación que establezcamos con él y las
circunstancias en que nos encontremos en ese momento.
Los avances tecnológicos, la
evolución en los hábitos de vida, la adhesión a nuevos valores y metas, etc., determinan cambios en las personas, que
se adaptan de diferentes formas, incluso desarrollando nuevas adiciones.
Estos cambios no siempre tienen
por qué ser negativos: los valores que obsesionan a algunas personas por
cambiar su aspecto físico, pueden ser los mismos que mueven a otros a llevar
una dieta sana y dedicar tiempo a una actividad física moderada.
Lo negativo o patológico se
encuentran siempre en los extremos de una línea.
Por ello, lo que sí es frecuente, es que una adicción se inicie
cuando se buscan satisfacciones fáciles y rápidas.
Al igual que en las
drogodependencias, las adicciones comportamentales pueden desarrollarse
a través de los mismos mecanismos usados para evitar el malestar.
Ante emociones negativas intensas, como puedan ser la culpa, el asco o la rabia,
la persona con
bajo control emocional usa la droga o comportamiento adictivo como
estrategia evasiva o anestesiante,
de manera que logra disminuir la percepción del malestar o dolor psíquico.
Muchos comportamientos
problemáticos actúan como reductores y/o moduladores de la ansiedad. Esto puede
comprobarse fácilmente en el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) en el que para
reducir la ansiedad aparece y se realiza un comportamiento repetitivo, llamado
Compulsión.
Un bajo
estado de ánimo puede iniciar un comportamiento
impulsivo para animarse y sentirse mejor.
Por ejemplo, un ama de casa cuya vida diaria le resulta aburrida, asocia el ir de compras con una satisfacción puntual (rápida y fácil).
Por ejemplo, un ama de casa cuya vida diaria le resulta aburrida, asocia el ir de compras con una satisfacción puntual (rápida y fácil).
Lo repite cada vez con mayor
frecuencia, ya que la sensación de
bienestar le dura poco. Al final, termina realizando compras inútiles y sin
sentido, que le hacen sentirse peor, lo que refuerza el círculo adictivo,
Un jugador ocasional de juegos de azar tiene un problema laboral que le genera ansiedad. Busca descargar el malestar jugando compulsivamente, obteniendo consecuencias negativas e iniciando una relación adictiva con el juego.
Un jugador ocasional de juegos de azar tiene un problema laboral que le genera ansiedad. Busca descargar el malestar jugando compulsivamente, obteniendo consecuencias negativas e iniciando una relación adictiva con el juego.
Una persona que en un accidente
de tráfico causa involuntariamente la muerte a otra, utiliza el consumo de
alcohol y psicofármacos para minimizar el profundo sentimiento de culpa.
Como podemos comprobar en todos
los casos citados ninguno de los comportamientos en sí tienen por qué ser adictivos: comprar, forma parte de la vida cotidiana, jugar alguna vez a las
máquinas o en un casino o tomarse una copa de vez en cuando cumple, en muchas
ocasiones, una función social que contribuye al bienestar de las personas.
Lo que determina que la balanza
que desequilibra o se vaya al extremo de la adicción no es el comportamiento
en sí sino el “qué nos motiva” a realizar ese comportamiento (relación que establecemos
con él) y qué hay debajo del mismo.
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