Sobre los trastornos mentales

El psiquiatra y profesor de la Universidad de Barcelona, Joseba Achotegui, publicó recientemente un post acerca de los trastornos mentales: ¿Los trastornos mentales son enfermedades del cerebro?. Podéis leerlo en el siguiente enlace:

 http://blogs.publico.es/joseba-achotegui/2014/01/12/los-trastornos-mentales-enfermedades-del-cerebro/:  

Nuestro amigo y colega Jesús María Dapena nos envió a nuestro gabinete un fragmento del artículo que escribió como réplica al post de Achotegui y que reproducimos. Asimismo Beatriz Santos Dieguez realiza unos comentarios al respecto, que también reproducimos.

FRAGMENTO 
JESÚS MARÍA DAPENA

[...] Y con respecto a que los trastornos mentales sean enfermedades del encéfalo, opino que es una proposición que hay que tomar con pinzas, sobre todo sí pensamos al sujeto humano como un ser biopsicosocial.

En realidad, considero que es una idea machacona esa de que el trastorno mental es una enfermedad corporal como otra cualquiera; no creo que la psicopatología, tenga por lastre ni al psicoanálisis, ni a las ciencias sociales ni a la filosofía.

Creo que en una carta anterior te citaba una idea, que me pareció muy lúcida, cuando José Antonio Garcíandía Imaz, publicó en una Revista Colombiana de Psiquiatría, un artículo sobre El Cartucho, desde un pensamiento sistémico.  Su trabajo fue una base para un escrito mío que te mandé en estos días sobre ese antiguo barrio bogotano, convertido hoy en una especie de barrio-cementerio, por acción de la ideología neoliberal aburguesada de Enrique Peñalosa.

Claro está que no voy a negar la existencia de lo que llamamos en nuestros años mozos, síndromes cerebrales orgánicos, el delirium, la demencia, el retardo mental, provocados por distintas noxas que lesionan o hacen disfuncionar el sistema neuronal. ¡No faltaría más! Sería caer en un idealismo tan absurdo como el del filósofo inglés Berkeley, que es algo en lo que suelen caer algunos fanáticos del psicoanálisis, que hacen psicoanalismos, al decir del pensador libertario Robert Castel.

Con Gregorio Baremblit, pienso que el psicoanálisis tiene una teoría, un método y una técnica propios y particulares; pero puede caer, por desgracia, en convertirse en un fundamentalismo ideológico, que no le hace nada bien.

Pero si bien, no psicoanalizo gratuitamente a nadie, por considerarlo, como te dije antes una agresión, cuando la interpretación se hace fuera del contexto de la situación psicoanalítica, sí que puede ampliarse a otras disciplinas y saberes, como lo planteara Freud en su obra El múltiple interés del psicoanálisis y, precisamente, por eso, no me importa acostar al mundo político en el diván, a sabiendas de que es una realidad tan compleja, en términos de Edgar Morin, que la mirada psicoanalítica no pasa de ser uno de los vértices para contemplarla.

En un libro, llamado El Mundo Paranoide de Swanson Bohnert Smith, leí hace mucho tiempo un continuum que hace el autor de la patología paranoide, que va de las ansiedades paranoides normales, que todos padecemos, hasta la esquizofrenia paranoide y entre la gama que va de un polo al otro de ese espectro estaban los estados paranoides orgánicos, que suceden, por ejemplo, en un delirium por malaria cerebral, o por intoxicación con cannabis en medios tan violentos como el Vietnam de la guerra contra los Estados Unidos de América, como vi en algún artículo de una revista psiquiátrica gringa, en mis años de estudiante de medicina; pero fuera de ese apartado del espectro, lo paranoide sería más del orden de lo que antes llamábamos psicosis funcionales, en los que no se encontraba patología orgánica y que si ahora pudiera ser que fuera debido a un incremento de la dopamina, no se sabe qué fue primero si el huevo o la gallina y lo que sabemos es que los trastornos delirantes crónicos responden bastante mal a los psicofármacos y, es algo que estoy estudiando muy acuciosamente en estos días porque tengo un paciente alcohólico, que creo que tiene una psicosis alucinatoria crónica, que se inició después de varios meses de abstinencia, con la voz de una mujer que anticipa las acciones que él desea hacer, para después sentir una energía especial en el entrecejo, que hizo que despidiera un rayo de luz, que se convirtió en estrellas que salían de su cabeza, mientras exhalaba un hálito que si se quedaba en la región peribucal, producía un prurito en esa zona, pero que si iba más allá le partía la cara en dos y le creaba una segunda piel a unos pocos centímetros de la original de su cuerpo y, aunque lo tengo, con 700 miligramos de quetiapina, cuando bebe, a pesar de estar tomando acamprosato, que quita el deseo de beber e interdictores, como el Antabús, se incrementa si toma alcohol, cuando burla la indicación de usar el interdictor. De todas maneras, pienso hacerle unos tests para evaluar organicidad y pediré una interconsulta a neurología, no vaya a ser que haya algún foco epileptógeno, aunque no lo creo; de todas formas, hay que descartar lo orgánico.

La referencia al autor de La historia de la locura en la época clásica, me encanta porque soy un foucaultiano de tiempo completo y las clasificaciones como los DSM's me parece que sólo aparentemente son ateóricas, porque bien sabemos los lobbies que psiquiatras y transnacionales farmacológicas se hacen para incluir enfermedades mentales nuevas como la fobia social y así poder aumentar el mercado de paroxetina o el trastorno de pánico, hasta lograr hacer una pandemia, que le diera salida al Xanax ®, con lo que crearían otra pandemia que es la adicción al alprazolam, que es de las más jodidas, que tenemos que enfrentar los psiquiatras que trabajamos con adictos; antes la gente padecía angustias más o menos intensas, algunas hasta ser verdaderos estados puntuales de pánico, pero es como si se hubieran olvidado del kierkegaardiano concepto de la angustia.

Sin embargo, en la medida que el ser humano es biopsicosocial, creo que es idealista el pensar de algunos que creen que sólo vale la palabra, como si creyeran en el San Juan Evangelista, que inicia su obra diciendo que en el principio era el Verbo y solo el Verbo, ya que desde Darwin sabemos que hay toda una evolución de la expresión de las emociones, que tienen que ver con nuestros ancestros, los primates.

El año pasado dediqué varias horas de estudio a la obra de un lacaniano suizo, François Ansermet y un neurocientífico también de allí, Pierre Magistretti, que tienen dos libros, para mí, magistrales que son A cada cual su cerebro.  Plasticidad neuronal e inconsciente y Los enigmas del placer,  en los que ponen al día el proyecto freudiano, de fines del siglo XIX, de hacer una psicología para neurólogos, de acuerdo con las últimas investigaciones de las neurociencias.

Como la coordinadora médica del Inseguro Social, donde trabajé antes de venirme, me acosaba laboralmente y aludía a que yo era una persona con un trastorno de adaptación, por no ser un psiquiatra de pacotilla, digo yo, que sólo medicara, alguna vez le dije que era que yo tenía la especialidad que tenía y no era veterinario, pues mi desadaptación consistía en no seguir el modelo bio-bio-bio, al que alude el artículo que me mandaste.

COMENTARIOS SOBRE LA SALUD MENTAL
Por Beatriz Santos Dieguez

Al no ser médico me resulta difícil hablar de enfermedades versus trastornos. Creo que ambos emergen de la misma sustancia o de la misma aleación (si así preferimos denominarlo) que es el hombre y que como tal, es difícil encapsularlo unidireccionalmente.

Es posible que la denominación actual, entroncada con las neurociencias “biopsicosocial”,  sea la que mejor describe o inscribe tanto el término de enfermedad como el de trastorno.

El hombre (no podemos olvidarlo y de hecho hoy la mayoría de las disciplinas que consideramos científicas, van por ahí) nace y se hace en una sociedad determinada, que le facilita o le impide abrazar una filosofía también determinada y ambas, a su vez, están teñidas de esa biología con la que venimos a este mundo.
Es posible que designemos enfermedades a aquellas desarmonías que la biología puede testificar con pruebas fehacientes, como es una analítica, un scanner, un tac o cualquier otra cosa que acredite al ojo, que llamamos, humano, la posibilidad de interpretar a otro ojo humano. Y trastornos a aquello que es imposible de acreditarse con ninguna de las pruebas citadas anteriormente.

Es importante tener claro que la única ciencia exacta es la matemática. Ninguna otra por muy aproximativa que sea lo es. Tanto la medicina como la psicología son ciencias probabilísticas y esto lo olvidamos con facilidad.

Es esta naturaleza probabilística la que me permite disertar sobre lo biológico en sí, y más ahora en que tanto los sistemas diagnósticos como el DSM principalmente, pero también la CIE-10, están en entredicho por su complicidad con los lobbies y después de que cada dia está más al descubierto que el fármaco, en la mayoría de las ocasiones, más que ayudar a curar sirve para quitar el síntoma de un sitio y llevarlo a otro. Y esto sirve tanto para lo que se denomina enfermedades como para los trastornos.

Creo que la línea en la cual nos formamos es indisoluble de nuestra personalidad, pero discrepo en que esa línea se convierta en ideología que nos lleve a aplicarla a nuestros pacientes independientemente de lo que estos necesitan.

De igual forma que el hombre en sus primeros años de vida necesita una guía que le proyecte en  la vida como ser capaz de amar, de trabajar y de relacionarse, el profesional necesita de un método sobre el que verter su experiencia, sin que ello le quite claridad para darse cuenta cómo y cuándo aplicarle, con qué variantes que descartar por improcedente, en el momento que se aplica, qué variar y qué añadir.

Las ideologías, son eso. En el campo de la medicina, de la psicología existe el método, pero siempre susceptible de variación por quien lo aplica y creo que ya quedaron atrás los radicalismos de aquellos que ven todo lo bueno en lo suyo y lo improcedente en lo de los demás.

Medicina, biología, psicología, sociología, filosofía, física, y un largo y extenso etc. de otras ciencias se complementan y se necesitan las unas a las otras para explicar y sobre todo para entender la propia entidad que conforma el ser humano. Nunca debemos olvidar esto, porque al fin y al cabo todo se encuentra en dos órganos fundamentales y complementarios para vivir: el corazón y el cerebro, siendo ambos los que deberían guiarnos en lo social para, al fin y al cabo, encontrar  y poder poner en práctica el derecho a la salud que la OMS describe como:

El derecho a la salud significa que los gobiernos deben crear las condiciones que permitan a todas las personas vivir lo más saludablemente posible. Esas condiciones incluyen la disponibilidad garantizada de servicios de salud, condiciones de trabajo saludable y seguro, vivienda adecuada y alimentos nutritivos. El derecho a la salud no debe entenderse como el derecho a estar sano.



Comentarios

  1. Mi agradecimiento a todos los seguidores de este nuevo proyecto.
    Beatriz Santos Dieguez

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares